El Domingo de Resurrección o de Pascua es la fiesta más importante para todos los católicos, ya que se celebra la resurrección de Jesucristo. Después de que Cristo murió en la cruz, colocaron su cuerpo en un sepulcro; allí permaneció, separado de Su espíritu, hasta Su resurrección, cuando Su espíritu y Su cuerpo volvieron a unirse. Los Santos de los Últimos Días afirman y testifican que Jesucristo resucitó y que vive con un cuerpo glorificado y perfecto de carne y huesos.
Cristo triunfó sobre la muerte y con esto nos abrió las puertas del Cielo. En la Misa dominical se recuerda de una manera especial esta gran alegría. Se enciende el Cirio Pascual que representa la luz de Cristo resucitado y que permanecerá prendido hasta el día de la Ascensión, cuando Jesús sube al Cielo.
La Resurrección de Jesús es un hecho histórico, cuyas pruebas entre otras, son el sepulcro vacío y las numerosas apariciones de Jesucristo a sus apóstoles. Cuando celebramos la Resurrección de Cristo, estamos celebrando también nuestra propia liberación. Celebramos la derrota del pecado y de la muerte.
En la resurrección encontramos la clave de la esperanza cristiana: si Jesús está vivo y está junto a nosotros, ¿qué podemos temer?, ¿qué nos puede preocupar?. Cualquier sufrimiento adquiere sentido con la Resurrección, pues podemos estar seguros de que, después de una corta vida en la tierra, si hemos sido fieles, llegaremos a una vida nueva y eterna, en la que gozaremos de Dios para siempre.
Después de Su resurrección, Jesús se apareció primero a María Magdalena y luego a otros discípulos. Algunos no se convencieron de Su resurrección, creyendo que sus apariciones eran las de un espíritu incorpóreo. Jesús les aseguró: “Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad y ved, porque un espíritu no tiene carne ni huesos como veis que yo tengo” (Lucas 24:39). Él entonces comió pescado y miel en su presencia, disipando más la duda.
La Pascua es una celebración no sólo de la resurrección de Cristo, sino también de la resurrección universal. Debido a la expiación de Jesucristo, todas las personas resucitarán. Sus cuerpos y espíritus se reunirán, para nunca más separarse. Los Santos de los Últimos Días conocen la verdad de la declaración de Pablo: “Pero ahora Cristo ha resucitado de entre los muertos; y llegó a ser primicias de los que durmieron… Porque así como en Adán todos mueren, así también en Cristo todos serán vivificados” (1 Corintios 15:22).
La Resurrección es una luz para los hombres y cada cristiano debe irradiar esa misma luz a todos los hombres haciéndolos partícipes por medio de sus palabras, su testimonio y su trabajo apostólico. En este tiempo de Pascua que comienza, debemos aprovechar todas las gracias que Dios nos da para crecer en nuestra fe y ser mejores cristianos. Vivamos con profundidad este tiempo.
Con el Domingo de Resurrección comienza un Tiempo pascual, en el que se recuerda el tiempo que Jesús permaneció con los apóstoles antes de subir a los cielos, durante la fiesta de la Ascensión.
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